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Jueves 24 de octubre de 2013

�Crisis? �Qu� crisis?

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Fuente: lanacion.com


Autor: Eduardo Levy Yeyati


En noviembre de 2009 la revista�The Economist�pon�a en tapa al Cristo Redentor de R�o de Janeiro elev�ndose como un cohete bajo el lema:�Brazil takes off�(Brasil despega).Apenas cuatro a�os m�s tarde, la misma publicaci�n pon�a en tapa al mismo Cristo cayendo a tierra como una ca�ita voladora y se preguntaba:�Has Brazil blown it?(traducci�n libre: �Se jodi� Brasil?).



Hoy la moda dice que los mercados emergentes ya no est�n de moda: los expertos hablan del "fin de fiesta" de mercados "sumergentes" en la antesala de una "d�cada perdida" -generalmente, en relaci�n a los BRICS, esos cinco pa�ses grandes y dis�miles (que, con la salvedad de China, repuntaron fuerte a mediados de los 2000 al calor del dinero barato, y de China) con los que los medios suelen resumir la variada experiencia de las econom�as en desarrollo desde Panam� a Vietnam.



Como argumenta un�informe reciente del Banco Mundial,�este escepticismo confunde dos temores. Por un lado, el temor por el ciclo econ�mico: esas oscilaciones del crecimiento alrededor de su tendencia de largo plazo. Por el otro, el temor por la tendencia de largo plazo. Por ejemplo: Am�rica latina crec�a en promedio 6% al calor de la recuperaci�n en 2010, creci� 3% en 2012, y crecer� 2.5% este a�o -y la reversi�n del viento de cola mundial reci�n comienza. �Cu�nto de esta desaceleraci�n es una pausa para tomar nuevo impulso y cu�nto un problema de crecimiento permanente?



Al menos en lo que se refiere a la regi�n, el diagn�stico en boga (ese que advierte que todo fue en vano; que despu�s de patinarnos la bonanza en una exuberancia de gasto, la suba de tasas en los Estados Unidos y el aterrizaje suave de China nos devolver�n a la pesadilla noventista) pasa por alto dos cambios de fondo.



Primero, la desdolarizaci�n y el desendeudamiento p�blico y privado (incluyendo la acumulaci�n de reservas) fueron, a su manera, una forma de ahorro que elimin� de ra�z las causas de las crisis financieras emergentes. Basta recordar que el colapso mundial de 2009 que puso un freno busco al crecimiento no fue amplificado por el estr�s financiero; de hecho, a diferencia de �pocas pasadas, la reducci�n de tasas de inter�s y la devaluaci�n ayudaron a mitigar el impacto en vez de amplificarlo (como en una econom�a desarrollada).



El segundo cambio tiene que ver con el patr�n de crecimiento regional, basado menos en un boom de consumo que en el aumento de la base tributaria, la redistribuci�n progresiva del ingreso y la suba de la tasa de inversi�n (el componente de la demanda que m�s creci� como proporci�n del PB: de 19% a 24% en Am�rica del Sur y M�xico, seg�n el informe citado), todo financiado no con capitales golondrina sino principalmente por inversi�n extranjera directa.



M�s all� de la debatible calidad del gasto y de la inversi�n, estos cambios contribuyeron a la estabilidad de los gobiernos y de las pol�ticas, convirtiendo el padecimiento de la crisis en el malestar del ciclo, y devolviendo al tipo de cambio su rol de estabilizador antic�clico.



Por eso, desde una perspectiva m�s amplia, tal vez la pregunta relevante no sea qu� tan expuesta est� la regi�n a la suba de tasa o la baja de commodities (lo m�s probable es que lo est�, un poco, y que la depreciaci�n mitigue el impacto) sino a qu� crecimiento puede aspirar en esta nueva normalidad sin viento de cola. En otras palabras, �cu�l es la nueva tendencia, y c�mo mejorarla y consolidarla?




Sobre esto �ltimo, todo est� por escribirse. Am�rica latina est� a medio camino de la competitividad salario de los tigres asi�ticos (el costo laboral en Filipinas es un tercio del de M�xico y un quinto del de Brasil) y de la productividad del estado de bienestar escandinavo. Y el faro m�s cercano, Australia, por ubicaci�n, poblaci�n e historia, dista mucho de ser un modelo regional. Por eso, hasta ahora la respuesta ha sido avanzar sobre los frentes m�s obvios: reforma educativa (integrando medici�n de rendimiento con evaluaci�n y formaci�n docente) en Brasil, Ecuador, M�xico; ambiciosos planes de infraestructura en Brasil, Colombia, Chile, Per�; ampliaci�n de mercados con acuerdos comerciales (como la Alianza del Pac�fico o el Acuerdo Transpac�fico) en Chile, Colombia, M�xico, Per�. A la espera de que el desarrollo vaya revelando su nueva identidad.



Este diagn�stico, aunque previsiblemente m�s complejo y te�ido de consideraciones idiosincr�ticas, tambi�n se aplica a la Argentina. Hay quienes ven en la ca�da de reservas, la suba del�blue�o la inflaci�n cr�nica el inicio de un proceso de crisis del tipo que hasta hace poco nos sacud�a cada cinco o diez a�os. Nuevamente, estos an�lisis pasan por alto que aquellas crisis se debieron fundamentalmente al sobreendeudamiento en moneda extranjera, que hac�a que una devaluaci�n precipitara la corrida y el default.



Hoy que la deuda en d�lares est� lejos de comprometer la solvencia, los errores de pol�tica ya no se pagan en la crisis financiera sino en la econom�a real: menos exportaciones por p�rdida de competitividad (por el d�lar bajo, la falta de cr�dito y el creciente d�ficit de infraestructura y servicios), menos inversi�n y menos importaciones (previsible consecuencia del cepo) y un crecimiento modesto (entre 1% y 1,5%, dependiendo de imponderables como el clima o el precio de la soja) por debajo del potencial, con efectos negativos sobre el empleo y el salario real.



Lo que nos queda, en definitiva, no es una crisis sino un ciclo econ�mico, profundizado por la mala calidad de las pol�ticas -aunque convenientemente anclado por las expectativas de cambio en 2015 y por un tipo de cambio que, por primera vez en nuestra historia reciente, recupera su rol de estabilizador antic�clico.



Por eso, desde una perspectiva m�s amplia (por ejemplo, la de un pol�tico con aspiraciones a tomar la posta en 2015), tal vez la pregunta relevante no sea si llegamos sin sobresaltos a ese a�o (lo m�s probable es que el Gobierno haga lo m�nimo para llegar con lo justo) sino a qu� velocidad de crecimiento podremos aspirar entonces, cuando el viento de cola termine de cambiar de frente. En otras palabras, �cu�l ser� la nueva tendencia -la pregunta que hoy se hace la regi�n y que nos haremos nosotros cuando nos saquemos de encima la telara�a de errores y postergaciones de estos a�os y saldemos las asignaturas pendientes- y c�mo mejorarla y consolidarla? As�, si la magnitud del ciclo nos devuelve a la d�cada pasada, la tendencia es esencial para pensar la d�cada futura.



Sobre esto �ltimo, todo est� por escribirse. Hasta ahora el debate vern�culo se limita a enumerar panor�micamente los lemas de rigor (innovaci�n, educaci�n, infraestructura, productividad) y a prenderle una vela a Vaca Muerta. O, en el mejor de los casos, a explorar algunos "enlatados": suena bien invocar a Australia (o a M�xico), en reemplazo de los fatigados Chile y Brasil. As�, la combinaci�n de un gobierno empecinadamente nost�lgico y una oposici�n insegura de sus votos nos detiene en el pasado, nos retrasa. Alimenta la ilusi�n de que nuestros problemas son epid�rmicos y se resuelven con buenos modales y un cambio de elenco.



�Vamos a esperar dos a�os para llenar de contenido estos�slogans�?




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