Jueves 19 de abril de 2012
La econom�a de la pol�tica
Fuente:
La Naci�n
Autor:
Eduardo Levy Yeyati
Como se�alaba desde una columna publicada semanas atr�s, se sabe que la econom�a determina la pol�tica casi tanto como �sta influye sobre aqu�lla. Sin desmerecer las sesudas lucubraciones de encuestadores y polit�logos antes y despu�s de cada campa�a, lo cierto es que los gobiernos suelen ser bendecidos como reformadores mod�licos en la abundancia y descartados como errores hist�ricos en la escasez. Prueba de ello es el hecho de que pocos pol�ticos sobreviven a una crisis (c�mo lo ilustra el aciago destino de gobiernos de ideolog�a variopinta en la menguante Europa perif�rica).
Con las simplificaciones del caso, la manera en que la pol�tica y la econom�a se retroalimentan mutuamente podr�a resumirse diciendo que las decisiones econ�micas, a trav�s de sus efectos sobre la imagen del gobierno, sesgan sus prioridades y decisiones pol�ticas, las que a su vez influyen sobre sus prioridades y decisiones econ�micas, etc.
La incipiente desaceleraci�n de la actividad es un ejemplo de esta relaci�n circular. En la medida en que amenaza con minar la imagen del gobierno, cambia sus incentivos y, en �ltima instancia, sus planes. Contribuye a reemplazar el impopular ajuste de subsidios anunciado a fines de 2011 por el financiamiento inflacionario y el cr�dito dirigido, incorporados en la reciente reforma de la Carta Org�nica del Banco Central, alimentando la dolarizaci�n de ahorros a expensas de la inversi�n y el crecimiento. Y as� de vuelta al comienzo.
La coyuntura econ�mica puede, incluso, incrementar la sensibilidad de los votantes a acusaciones de corrupci�n o mala gesti�n. �C�mo se explica si no la naturaleza c�clica de la transparencia como leitmotiv de la pol�ticas argentina: su insignificancia testimonial en pleno festival de denuncias en los a�os dorados de la convertibilidad, su rol central en la victoria de la Alianza en el pre�mbulo de la crisis de fin de siglo, nuevamente su insignificancia en la etapa de idilio sojero y crecimiento a tasas chinas?
En un reciente trabajo que preparamos con Luciano Cohan para Elypsis, ilustramos estos puntos mostrando c�mo el nivel de actividad, la confianza al consumidor y la imagen de gobierno tienden a moverse sincronizadamente en el tiempo. Un r�pido vistazo a estas series para la Argentina muestra que el �ndice de Confianza del Consumidor (ICC, elaborado por la UTDT) a la vez rezaga y anticipa nuestro estimador del nivel de actividad (ICAE). Menos confianza implica menos demanda y, eventualmente, menos actividad; menos actividad implica menos ventas y horas trabajadas y, eventualmente, menos confianza. De ah� la importancia de generar confianza a la salida de una fuerte recesi�n (como, por ejemplo, en Argentina 2002 o en EEUU 2012).
Del mismo modo, es fuerte la correlaci�n entre el ICC y el �ndice de Confianza en el Gobierno (ICG, tambi�n de la UTDT, que mide separadamente la calidad de gesti�n y su transparencia). En este caso, el efecto va claramente del primero al segundo. El crecimiento hace a los gobiernos m�s eficientes y transparentes a los ojos de los votantes. Y viceversa: el malestar econ�mico suele ser culpa de funcionarios "chorros y coimeros". El ef�mero "que se vayan todos" del 2002 es apenas una variante extrema de este fen�meno pendular.
Trivial, argumentar�a un esc�ptico: un buen gobierno mejora el bienestar de la poblaci�n. Es l�gico que bienestar y puntaje del gobierno se muevan juntos en el tiempo.
Sin embargo, la relaci�n entre econom�a y pol�tica no es s�lo temporal. Tanto el �ndice de confianza como el de imagen se computan en base a un cuestionario entregado al mismo grupo de personas. Es posible, entonces, correlacionar las respuestas sobre el mismo panel de encuestados para un mes determinado. Por ejemplo, podemos saber si, a fines de 2011, una persona que ve�a mejorar su situaci�n era m�s propensa a elogiar la calidad de las pol�ticas del Gobierno o a minimizar su corrupci�n. La respuesta es positiva: la situaci�n personal afecta sensiblemente la percepci�n de bondad y transparencia de las pol�ticas p�blicas.
No sorprende entonces que la ca�da del 18% en la imagen del Gobierno (desde su m�ximo de enero de 2012) emule, con un rezago de 6 meses, la ca�da del 22% de la confianza del consumidor (desde su m�ximo de julio de 2011). Y si bien la desaceleraci�n a�n no se traduce en menor ingreso disponible y estancamiento del empleo, al generar temor a una ca�da de imagen alimenta los incentivos a adoptar medidas de impacto pol�tico inmediato como el financiamiento inflacionario del gasto p�blico o la renacionalizaci�n de YPF -lo que a su vez explica la actitud cautelosa de la inversi�n privada y la prima de hasta 25% para saltar el corralito financiero, ambos factores potencialmente recesivos, punto de partida de una nueva vuelta al c�rculo.
Tampoco sorprende el impacto de la cobertura period�stica sobre comportamientos presuntamente non sanctos de funcionarios p�blicos, dada la fractura que esta realidad econ�mica menos halagadora inflige en el escudo protector del Gobierno. �Estamos en los albores de un nuevo ciclo testimonialista en el que las denuncias de corrupci�n comiencen a hacer mella en la imagen del Gobierno? De nuevo, si bien es demasiado temprano para lanzar pron�sticos, la historia reciente parecer�a indicar que s� -sobre todo si hay quien, fuera del Gobierno, pueda encarnar estas denuncias de modo cre�ble.
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