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Domingo 22 de enero de 2012

Curiosos comportamientos cambiarios

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Fuente: LA NACION


Autor: Eduardo Levy Yeyati


La decisi�n de convertir (�invertir?) la flotaci�n administrada del peso competitivo en una "tablita" que desliza la paridad del peso a una velocidad menor a la del IPC oficial, y de combatir las expectativas de depreciaci�n inducidas por esta fatigada ancla cambiaria con controles a la compra de d�lares y dem�s palos en la rueda t�picos de una corrida, tiene alguna consecuencias de inter�s acad�mico y pr�ctico.



Primero, el d�lar paralelo sobrestima el tipo de cambio de equilibrio. El paralelo, seg�n racontos informales, se encuentra hoy en la vecindad de 4,80 y subiendo. Este ascenso no deja de ser previsible.



Hace unos meses, en ausencia de controles, las compras especulativas se habr�an frenado con un tipo de cambio en el rango de 4,50-4,60. Si la demanda desviada del mercado formal por los controles se canaliza a trav�s del mercado informal (que tiene un volumen limitado) es de esperar que el precio del d�lar en este mercado exceda el nivel de equilibrio, cualquiera sea �ste.



De hecho, cuanta mayor la presi�n en el mercado blanco, m�s demanda derivar�a al negro (o azul, seg�n la preferencia crom�tica) y mayor ser�a la suba del tipo de cambio paralelo (y el spread de compraventa que embolsan los cambistas, que hoy oscila entre 15 y 20 centavos).



Segundo, algunos pagos que antes se realizaban en pesos comienzan a hacerse en d�lares, para eludir el aura delictiva de la transacci�n informal (y los 20 centavos del spread ). As� se genera una situaci�n no vista ni en los dolarizados a�os 90: el uso del d�lar billete como medio de pago (en jerga econ�mica, sustituci�n de moneda).



La salida de capitales que el pa�s exhibe desde hace d�cadas refleja el uso del d�lar como instrumento de ahorro (en jerga, sustituci�n de activos) producto de la evasi�n tributaria, el temor a la confiscaci�n, la falta de instrumentos id�neos en pesos y cierto fetichismo por el greenback .



Pero este ahorro en activos externos dolarizados no necesariamente genera sustituci�n de moneda: a�n en tiempos del culto al uno a uno, en la cartera de la dama y la billetera del caballero argentino hab�a pesos y no d�lares -raz�n principal por la que en 2002 pudieron evitarse la hiperinflaci�n y la dolarizaci�n espont�nea que tantos pronosticaban.



Hoy, en cambio, el billete verde ya se usa de manera incipiente como medio de pago para algunos bienes y servicios (no s�lo las hist�ricamente dolarizadas transacciones inmobiliarias) a una paridad cercana a la punta compradora del mercado paralelo.



La l�gica es simple: para muchos es dif�cil comprar d�lares al tipo de cambio oficial. No se trata s�lo de la econom�a informal que no genera ingresos dolarizables en los registros de la AFIP; a�n con ingresos en blanco, el acceso a la moneda extranjera es incierto. En este contexto, si el proveedor de un servicio espera dolarizar su ganancia, tiene el incentivo de cobrar parte de la transacci�n en d�lares a un tipo de cambio al cual el comprador del servicio (y ahorrista dolarizado) est� dispuesto a venderlos.



Tercero, la sustituci�n de moneda es una nueva fuente de inflaci�n. A medida que los ahorristas sacan sus d�lares del colch�n para usarlos como medio de pago, se acelera el cambio de manos del billete o, en t�rminos m�s t�cnicos, su velocidad de circulaci�n.



Por la misma raz�n cae la demanda real de pesos, ahora parcialmente sustituidos por el d�lar. Para no entrar en terrenos excesivamente t�cnicos, digamos simplemente que esto �ltimo implica que, para una dada oferta de dinero, el nivel de precios de equilibrio (el que iguala oferta y demanda de pesos) ser�a mayor.



Cuarto, los excesos del paralelo contrarrestan el beneficio antiinflacionario del d�lar oficial (beneficio esgrimido para justificar la inversi�n de la pol�tica de intervenci�n).



Por ejemplo, los argentinos acostumbran pensar (y cotizar) algunos gastos (casas, autos) en d�lares, aunque la transacci�n final se realice en pesos. Lo mismo se aplica a negocios o actividades con un alto componente exportable (incluyendo las relacionadas con el turismo). �A qu� tipo de cambio se pasar�n a pesos la vivienda, el auto o la noche de hotel? La respuesta no es obvia, dada la disparidad de precios del d�lar pero si, como es probable, el n�mero no est� lejos del tipo de cambio paralelo, parte de lo que se gana con el oficial barato se perder� con el paralelo caro.



En otras palabras, el efecto final sobre la inflaci�n no ser�a tan distinto al de un escenario sin restricciones y con tipo de cambio �nico ligeramente m�s alto.



Tal vez por la ilusi�n de ser diferente (o como servicio a otras econom�as en desarrollo), lo cierto es que no es la primera vez que la Argentina se ofrece como laboratorio de ideas creativas con dudoso sustento t�cnico e improbable eficacia pr�ctica.



La nueva saga cambiaria no es la excepci�n: la adopci�n de un d�lar barato sostenido con f�rceps en un contexto de crisis mundial y fortalecimiento del d�lar puede verse como un experimento potencialmente oneroso para inducir y estudiar curiosos comportamientos cambiarios.


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