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Actividad. Espa�ol. Pol�tica Fiscal. Pol�tica Cambiaria y Monetaria. Inflaci�n.

Lunes 2 de abril de 2012

Elevada discrecionalidad

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Fuente: P�gina 12


Autor: Luciano Cohan


El gobierno logr� darse una nueva Carta Org�nica del Banco Central. Al combinar mayor flexibilidad en la determinaci�n de las reservas “�ptimas”, limites m�s laxos al financiamiento al Tesoro y mayor libertad en la determinaci�n de los encajes o las tasas de inter�s, la nueva Carta Org�nica otorga mayor discrecionalidad a la pol�tica monetaria, relajando los l�mites autoimpuestos para combatir los desequilibrios monetarios y la inflaci�n cr�nica de fines de la d�cada del ’80.



En abstracto, uno podr�a concluir que la mayor discrecionalidad monetaria no es una mala noticia. Es generalizadamente aceptado por la disciplina econ�mica que la pol�tica monetaria es una herramienta potente para estabilizar los ciclos econ�micos. Lejos se est� hoy, incluso en el mainstream econ�mico, de aquella otrora popular idea seg�n la cual el dinero ser�a macroecon�micamente “neutral”, es decir, sin consecuencias permanentes sobre el nivel de actividad.



No hace falta ir muy atr�s en el tiempo para ver las implicancias pr�cticas. Desde hace casi un lustro, los bancos centrales del mundo desarrollado han implementado un variado abanico de pol�ticas monetarias in�ditamente expansivas para hacer frente a la crisis sist�mica reciente. Asimismo, la historia macroecon�mica de la Argentina de la convertibilidad es un ejemplo cercano de los riesgos de una pol�tica monetaria y cambiaria pasiva y r�gida. As�, la mayor discrecionalidad que se otorga el gobierno con la nueva Carta Org�nica le permitir�a contar con mayor poder de fuego para expandir el dinero en las malas y contenerlo en las buenas.



Sin embargo, la reforma de la Carta Org�nica no sucede en abstracto sino en un marco macroecon�mico particular. El debate vuelve en un contexto en el cual la pol�tica monetaria, lejos de su rol estabilizador, ha avanzado lenta pero persistentemente hacia su consolidaci�n como un ap�ndice de la pol�tica fiscal. La reforma no implica un punto de inflexi�n en el v�nculo monetario y fiscal sino que convalida y refuerza pr�cticas recientes.



En este sentido, la gesti�n de la pol�tica monetaria y cambiaria de los �ltimos a�os ha convertido al Banco Central en el prestamista de �ltima instancia de gobierno de dos maneras. Primero, en d�lares, a trav�s de la transferencia de reservas para el pago de vencimientos de deuda por unos 25 mil millones de d�lares (equivalente a 10 a�os de financiamiento de la Asignaci�n Universal por Hijo). Segundo, en pesos, a trav�s de adelantos transitorios que, al ser refinanciados anualmente, se transforman en permanentes, y del giro de las utilidades contables del Banco Central, resultado de la depreciaci�n que eleva el valor en pesos de las reservas y dem�s t�tulos p�blicos dolarizados en el activo del banco. As�, la deuda del Tesoro representa hoy un 45 por ciento de los activos del Banco Central, cifra que se ubicaba en tan s�lo un 7 por ciento a comienzos de 2003.



Asimismo, de manera indirecta aunque no menos relevante, la combinaci�n del sesgo inflacionario de la pol�tica monetaria con la subestimaci�n de la inflaci�n del Indec no s�lo permiti� licuar las obligaciones en pesos indexados del gobierno sino que favoreci� la colocaci�n de nueva deuda a tasas reales negativas (por ejemplo, en el fondo de garant�a previsional).



Entonces, �qu� nos promete esta nueva Carta Org�nica? �Un Banco Central que aproveche su mayor discrecionalidad para guiar responsablemente al ciclo econ�mico? �O uno que aproveche el nuevo marco institucional para una validaci�n monetaria de los desequilibrios fiscales? La historia abunda en ejemplos fallidos de experimentos monetarios de este tipo, principalmente en la inflacionaria Am�rica latina de posguerra y m�s espec�ficamente en la hiperinflacionaria Argentina de los ’80. Por otro lado, la idea de que la inflaci�n es un mal necesario para el crecimiento fue parte de la ortodoxia econ�mica durante casi medio siglo, pero fue desacreditada emp�ricamente hace ya varias d�cadas: no existe un solo caso de crecimiento sostenido durante el siglo XX que presente sistem�ticamente los niveles de inflaci�n que actualmente vive el pa�s. Hoy se entiende que los procesos inflacionarios sostenidos no son s�ntomas de fortaleza de una econom�a sino todo lo contrario: si existe una relaci�n de largo plazo entre inflaci�n y crecimiento es negativa.



En conclusi�n, la nueva Carta Org�nica libera a la pol�tica monetaria de muchas de las ataduras dise�adas para otro momento hist�rico del pa�s. El Gobierno recupera, con ella, una elevada discrecionalidad para utilizar a su criterio una herramienta muy poderosa. Pero, como dice el dicho y m�s que nunca, “un gran poder conlleva grandes responsabilidades”. El riesgo de hacer mal uso de esta discrecionalidad no es despreciable: retornar a un r�gimen de alta inflaci�n.


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